viernes, 22 de diciembre de 2017

Iván Heinz-Argentina/Diciembre de 2017

RELATO  DE  UN  INTOLERANTE                                                                                           

                                                                                                                                            

Empecé a ser un poco más sincero conmigo, y no saludo más a todos con un beso en la mejilla como lo hacía antes, me cansé. Un saludo general y listo.  Se siente mejor cuando se hacen las cosas fuera del compromiso social impuesto e impostado. Y empecé a revisar las cosas que hago o digo por compromiso o costumbre.  Ayer me di cuenta de la cantidad de palabras en inglés que uso sin necesidad como sorry, top, fashion, on fire, spoiler, too much, y hasta decimos “ok” que reemplazó  a los sí, bueno, de acuerdo y  a nuestro querido  macanudo.
Basta de hablar en inglés o de responder mensajes con Sip y Nop.  No quiero hablar más del clima, fútbol o chicas cuando no se sabe de qué conversar. Basta de los audios de WhatsApp mayores a un minuto, no tengo ganas de escuchar lo que dice el chabón ni su voz.
No  quiero que  me digan más salud cuando estornudo, ni buen provecho cuando como, es difícil responder gracias con la boca llena. No hice nada, absolutamente nada para que me feliciten por  mi cumpleaños, solo nací, deberían saludarla a mi mamá por el enorme esfuerzo que hizo para traer al mundo a este engendro de hijo.
Me cansé de enojarme cuando me hacen un caño jugando al fútbol , quiero felicitarlos, aunque no sea muy difícil hacérmelo.
Me cansé de no saber cómo arreglar las cosas electrónicas, y que lo único que se me ocurra es apagarlo y prenderlo para solucionar el problema. Pero más me fastidia que se arregle haciendo eso.
Me cansé de que los vendedores me digan que el producto que quiero comprar también ellos lo compraron y  rematen el  pobre recurso de venta diciéndome que es una muy buena elección la mía ya que  les  funcionó  bárbaro.
Me cansé de la gente sacándose “selfie” en cualquier lado para subirlo en cualquier lado, ya no estoy seguro de si nos sacamos fotos para disfrutarlas nosotros mismos o para que lo vean los demás. Del término “selfie” también estoy harto, como también de que me lean el teléfono en el subte cuando escribo un WhatsApp porque están aburridos en el viaje, o que me pregunten ¿bajás?  cuando estoy a cincuenta metros de distancia de la puerta.
Estoy cansado de que me miren cuando estaciono para ver si toco o no al auto de atrás o de que la baliza en el auto signifique que puedo hacer cualquier cosa en la calle, pongo baliza y estoy habilitado para hacer lo que se me cante.

Estoy cansado  de creerme que leí toda la nota leyendo solo el principio y el final de un largo texto. Estoy cansado de no saber exactamente cuándo me tengo que ir de una casa a la que me invitaron  o  irme antes para no molestar.  Y de fijarme el horario que juega Independiente para no usar la camiseta cuando no lo puedo ver.
Estoy cansado de desear que se caigan los motoqueros cancheros haciendo Willy por la calle. Solo uno, que se caiga uno solo al menos.
Basta de que a la gente le cueste decir, no sé y tenés razón. Basta de que los medios  dependan tanto de las redes sociales para armar el contenido o comentarios del programa, me gustaría ver sin las redes  cómo manejan el timing, me molesta la palabra timing también.
Basta de dar vuelta las silabas para demostrar que tenés  lleca, que invitaste a tu jermu,  que sos un grone  o un logi, y no me queda claro de dónde sale la “o” de logi.                                                                           De todo esto y mucho más estoy cansado, algunas cosas las pude superar o asimilar, pero otras no. Cuando era  chico sí festejaba mi cumpleaños, pero algunos de mis compañeros faltaban a la fiesta y no sabía  el porqué, luego entendí una posible razón y diseñé una tarjeta de invitación para aquellos nenes que prefieran estar con sus amigos sin importarles  otra cosa.

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