viernes, 21 de abril de 2017

Luis Tulio Siburu-Argentina/Abril de 2017



LA ESCOBA Y EL CABALLERO

Fue el domingo. Abrió la puerta de la piecita del fondo, donde convivo con los elementos de limpieza. Se me acercó decidido. En el aroma de la loción de un recién afeitado noté el síntoma de la masculinidad. Me descolgó con suavidad, como quien roba una rosa en puntas de pie por encima de una ligustrina para entregarla a su amada. Su mano me rozó la nuca mientras apoyaba con delicadeza mis deshilachados pies en el piso. De abajo hacia arriba de mi espalda se deslizaron impulsos de hamaca, ambiciones de higiene, pretensiones de cumplir con los deseos de la ama de casa que me sacude de lunes a viernes. El movimiento continuo me hizo barrer con todos mis prejuicios. Nunca me había excitado tanto con un hombre. Quizás porque siempre me sacan a bailar las mujeres. Y ellas por miedo a lo que digan las vecinas, jamás aprietan mientras danzan. Tontas, cada vez más tímidas. Voy a extrañar al caballero. ¿Volverá el próximo fin de semana?

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