miércoles, 22 de junio de 2016

Ascensión Reyes (Cuento)-Chile/Junio de 2016



DESPUES DE UN PISCO SAUER


     El espejo le devuelve a Elisa una imagen que parece agradarle. Sonríe y acomoda uno que otro mechón de su rubio cabello recién tinturado. El sonido del timbre la saca de su abstracción y prontamente va a la puerta.
     -Ely querida, qué gusto de verte y qué bien te ves. Gracias por invitarme. Al parecer cada día estás más joven-, dice la recién llegada dándole un beso en la mejilla.
     - Tienes que contarme el secreto, de todas maneras.
     -Qué alegría Gloria, hacía tiempo que no nos juntábamos y echaba de menos tus halagos. Gracias, pero las polillas van por dentro. Pero pasa, pasa. Te contaré que tengo dos botellas de pisco sauer, helándose en el refrigerador. Lo hice hoy en la mañana con unos limones que me trajo mi hermana de su casa.           
     -Tú siempre tan curiosa para hacer cosas ricas. Pero bueno, ¿cómo está tu mamá, la has ido a ver?
     -Por supuesto todas las semanas y te contaré que ya no “peina la muñeca” como dice mi nieto. Está más pasiva, solamente mira como sin ver. A veces me reconoce, pero solamente por un momento. ¡Pobrecita! Pero en general me dicen que está bien.
     -Por mi parte, te contaré que mi marido sí que está “peinando la muñeca” y con ganas. Fíjate que ahora le ha dado por celarme con cuanto hombre se me acerca,  hasta con el fulano que toma el estado de la luz.- Se acercan al salón donde hay dispuesta una coqueta mesita, surtida de bandejas con exquisiteces para el aperitivo y unos cuantos vasos esperando ser llenados. -Figúrate, estoy gorda, arrugada y calzada con chancletas viejas, porque mi martirio son mis pies, con estos malditos “juanetes” que no me he podido operar. Menos ahora, que nos retiraron del sistema que nos favorecía, ahora la operación me sale demasiado costosa. Como mi marido se ha puesto hipocondríaco y se lleva en el doctor, casi nos echaron a empujones del  plan de salud.
     -Oye Gloria, pero yo no te veo tan gorda, solamente que pareces más bajita ahora que no usas esos tremendos tacones. A lo mejor el peso de más y la altura te provocaron los juanetes.
     -Qué va, es herencia querida. Mi abuela tuvo juanetes, mi madre tuvo juanetes, yo ahora. Hace poco escuché a la Marcelita que ya se le están presentando, figúrate la herencia que nos dejaron, podría haber sido en billetes y no en estos horribles cachos que duelen como el demonio.
     -Bueno, dejemos los juanetes de lado y sirvámonos un pisco sauer con picadillo para esperar a la Juany, que debe estar por llegar.
     -Cuéntame, antes que llegue, tú sabes que nuestra amiga es un poco lengua larga. ¿Cómo está tu romance con el Carlitos?
     -Bien,  muy bien, aunque a veces no nos vemos en días. A decir verdad lo noto un poquito distante desde que me contó que su patrón le había impuesto una nueva secretaria.
     -¿Cuál, esa que traía pechugas de silicona?
     -Esa misma, la Many, Mony o qué se yo como le dicen. Ahora resulta ser la secretaria perfecta, no me lo dice, pero en cambio trabaja por la noche con ella porque hay más tranquilidad en la oficina. Así es que cuando viene llega a la hora del “perno” y a cada rato bosteza, cabecea y parece estar listo para regresar a su departamento, apenas le anuncio que me debo acostar. Estoy oliendo algo que no me gusta. Cuánto de menos echo al Ramón. Tan preocupado siempre de mí. Cómo lo añoro.
     -Pero también te quejabas cuando él enfermó y debías estar todo el día para vigilar a la enfermera. Menos mal que tu mamá te ayudó en esa parte. ¡Pobrecita,  ahora ni ella misma se puede cuidar!
     -Bueno, no nos acordemos de cosas trágicas y sirvámonos un traguito, Salud amiga, por nuestros buenos tiempos.
     -Parece que viene la Juany, sentí el timbre. Espera un poquito, voy a recibirla si no te importa. Se dirige rápidamente hacia la puerta de calle.
     -Miren, a quien tenemos aquí, la Juany, en gloria y majestad, qué gusto de verte querida, siempre preguntaba por ti.
     -¿Eres la Gloria o su hermana menor?, dice riéndose al darle un beso en la mejilla. Te noto más reducida. ¿Y  un poco más bajita? A ver, sí,  ahora caigo, no usas esos tremendos tacones.
     -Ay, si querida ya te contaré de mis pies, que me tienen en el infierno. Pero pasa, pasa. Ely  y el pisco sauer nos esperan.
     -Juany, te esperábamos. Un apretado abrazo y un beso, sellan el encuentro. Y el trío de mujeres se sienta.
     -Te noto cara de preocupación- dice Gloria. Cómo está la Lulú.
     -Bien, pero estoy muy apenada con eso de la gatita Luz. No me puedo convencer que las autoridades que imparten justicia sean tan sin corazón con los animales.
     -¿Te refieres al asunto que ha salido en la TV.?
     -Sí, ese mismo, imagínense que el caso está llegando a la corte suprema. Y de fallar en contra, es decir eliminar al pobre animalito, a la dueña le queda el recurso de enviarla a otro país, donde haya leyes que los protejan. El caso es que aquí no hay forma de hacerle exámenes, para determinar si tiene hidrofobia o no. Salvo eliminándola y solamente por eso dictaron su sentencia. ¡Qué crueldad! Pienso que los humanos cada vez nos volvemos más irracionales.
     Ely, con cara de  indiferencia dice: -Perdón Juany, pero tú sabes que los gatos me apestan. Sus pelos me dan alergia y sus garras destrozan los mejores sillones de la casa. Por favor cambiemos de tema- y junto con decirlo le sirve un vaso del fragante pisco sauer. Mejor conversemos de lo nuestro.
     -Lo lamento Ely, pero a mí también me gustan los gatos y no he podido saber que ha ocurrido en el último tiempo con este apasionante caso.
     -Oye, mejor me callo o nuestra anfitriona nos priva de este exquisito recibimiento. A la Ely lo único que la complace es su propio gatito regalón el Carlitos. No sabe que entre gatos y hombres, los primeros son más fieles. Y por otra parte a veces hasta inducen a malos comportamientos.
     -Juany, sé que tienes tu lengua afilada, pero a Carlos déjamelo tranquilo. Si no me harás enojar.
     -Sí Juany, mejor nos callamos, dice Gloria y hablamos de mis juanetes, pues Carlitos es campo minado.
     -A ver aclárame eso que acabo de oír, la comparación entre gatos y hombres, qué quieres insinuar, pues sin duda te refieres a algo que tiene que ver conmigo.
     -Bueno, hace tiempo que me come la lengua por sacarte a colación lo de tu mamá relacionado con tu Carlitos. Dice Juany.- Pero antes para cobrar agallas, me tomaré al seco todo el vaso. ¡Salud!
     Las tres mujeres se zampan de un golpe el resto del  trago.
     -¿Qué pasa con mamá?- dice Ely poniendo cara de preocupación.
     -El otro día fui sin aviso a visitarla al hogar y lo que vi me dejó espantada. Estaba orinada hasta el cuello, con un olor a todo. La mirada ausente y sola en su fría pieza.
     -No puede ser, me gasto una fortuna en pagar para que esté bien y cuando voy los domingos, siempre la encuentro limpiecita y acompañada con las otras viejas.
     -Con razón, si vas siempre el mismo día y a la misma hora, serían cretinas si te la tuvieran sucia y sola. Sacrifícate y anda a diferentes horas. A lo mejor ahí la cuidan un poco mejor.
     -Bueno a decir verdad, yo también he visto eso, pero nunca me atreví a decírtelo, dijo Gloria.
     -Rico tu sauer, Ely, medio cabezón, a la primera me entonó el ánimo. Y Juany chasqueó la lengua.- Te aconsejo, deja de preocuparte tanto de Carlitos, pues ese fulano me cayó gordo desde que lo vi y preocúpate más de tu vieja, recuerda que te ayudó tanto con tu difunto marido y esa se la debes, creo yo.
     Ely, colorada hasta las orejas, se paró ofreciéndoles el picadillo. Para pensar en una respuesta que las dejara calladas, pues ya se siente hervir de malestar.
     -Miren amigas, por si lo han olvidado. Con relación a mamá recuerden que yo soy la hija y a ustedes nada importa lo que yo disponga en cuanto a ella. Y por lo demás yo no soy enfermera y la nana que le  tenía, cuando salía me la dejaba botada igual. Por ello  razonadamente decidí llevarla a una casa de reposo. Y en cuanto a Carlos, no me lo toquen, él me ha dado mucho más afecto del que me dio el difunto.
     -Patrañas, dice Juany. A nadie engañas con tu razonamiento. Carlitos y no otro fue el que te convenció que alejaras a tu madre de la casa. Así  tenía libre el campo para cuando te necesitara, mientras él se luce en lugares de moda, con su secretaria, esa de las tetas de silicona.
     -Oye Juany, no seas tan cruel, yo también lo sabía, pero nunca se lo habría dicho a la Ely, así tan violentamente. Te sabemos de lengua afilada, pero frénate ahora, recuerda que somos amigas. Por último, la Ely es más vieja que nosotras y las oportunidades de tener hombre son pocas. Por ello en mi caso, a pesar de las idioteces de mi marido, me aguanto.
     -Par de deslenguadas, o sea que además de mala hija, de tener un amante que me engaña, más encima soy más vieja que ustedes. ¿No se han visto al espejo? Somos casi de la misma edad y si tengo arrugas que ya no puedo ocultar, ustedes también las tienen. Lo que más les duele es saber que todavía puedo tener un hombre conmigo. En cambio tú Gloria, con tus patas deformadas y tus kilos demás no conquistarías uno, ni pagándole. Y en cuanto a Juany, si no tuviera a su gata tiñosa de compañía estaría más sola que una monja de convento, lamentando no tener un macho con ella.
     -Mira Ely, creo que el ambiente se caldeó más de la cuenta. Palabras sacan palabras y creo que estamos pasando los límites de nuestra buena educación. Por ello, termino mi traguito y me retiro. Mi viejo ya debe estar pensando que tengo una cita con el cartero-. Gloria se para antes que la anfitriona responda, le da un beso de despedida y camina hacia la puerta.
     -Oye Juany, me has dejado totalmente descompuesta con tus comentarios. ¿Qué te he hecho yo, para que seas tan cruel? O es que acaso me tienes envidia por mi relación amorosa.
     -Qué va Ely, créeme no te tengo envidia. Solamente lamento tu tontera, te estás convirtiendo en material de pelambre y yo como amiga, no lo soporto. Es cierto soy una solterona un poco ácida, pero mi orgullo no me permite ser objeto de uso para un sinvergüenza como el Carlitos. Prefiero mil veces el cariño de mi gata Lulú.
     Ely se zampa un vaso lleno de viaje, y en sus ojos aparecen unas lágrimas que trata de ocultar. -Sé que soy una idiota más ahora que estoy vieja, pero no soy capaz de renunciar al sexo y encontrar otro hombre se me hace difícil. Y en cuanto a mamá es mi tormento diario. Realmente estoy perdida y no puedo tomar resolución de  momento. Prefiero engañarme y vivir el día a día.
     -Bueno querida, lamento estas salidas de cauce. Pero entiende que a veces es bueno decir verdades. Total ¿para qué  estamos las amigas?  No te pares, un beso, yo sé donde está la puerta. Rico tu trago, hace soltar la lengua.
     La puerta se cierra y Ely queda sola, degustando su amargura junto con el pisco sauer y preguntándose ¿Para qué sirven las amigas?


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