martes, 21 de junio de 2016

Abel Espil-Argentina/Junio de 2016



EL PROBADOR

Hola , buenas noches. Me están quedando pocas palabras cuando la noche se vuelve ciega. Las escucho, y muchas veces me encuentro tan pero tan pobre, porque ni un solo cuento puedo conformar con ellas. Es el momento en que me pregunto : ¿para que quiero las palabras, si se están secando en el camino de mi vida? Me voy despacio, junto a ellas, que han sido el inolvidable escondite donde he podido refugiar todos mis fracasos y porqué no decirlo, también éxitos.
Me encontraba en estos pensamientos, cuando me golpeó la frente un recuerdo de la adolescencia.Lo rechacé y retomar en lo que estaba, no pude..Aquello de hace tanto , tomó una fuerte injerencia.Volvió la imagen.La imagen en forma completa, detalle por detalle
.Son ráfagas de recuerdos que se visten algunas de soldados y otras de Madre Teresa.Cuando la realidad de mi vida fue otra a la que es hoy o acaso en este momento no necesito, ni tampoco quiero relatar.
Voy a centralizarme en lo sucedido.El pasado regresa potente y en forma de hilachas.Esta historia es una de ellas¿Acaso no hay una mejor?Lector , en este instante es la que viene buscando la memoria.
En aquellos años, en Villa Santa Rita, todos los días sucedían hechos o había otros que se estiraban en el tiempo. Este, me agrada contarlo, porque concierne a cada uno de los muchachitos que vivíamos en el barrio.
Estábamos dejando varios juegos y nos abocábamos a jugar al ajedrez.Sin darnos cuenta, nos deteníamos a pensar, a estar reunidos largos ratos en silencio.El lugar de reunión era la pequeña sastrería de Tino ,ubicada en San Blas y Llavallol.Tenía una ochava con dos vidrieras separadas por una puerta.
Recuerdo que al entrar, siempre pero siempre estaba la figura de Tino sentada en la silla sin respaldo y asiento de mimbré, con el cuerpo inclinado cociendo un saco o un pantalón, en el cual se perfilaban varias lineas de hilo blanco, para darle contención a lo que estaba creando.
Dos de nosotros,sentados en el mismo tipo de sillas, al lado de él, jugábamos concentrados al ajedrez.Tino muy pocas veces nos miraba.El que ganaba tenía su premio.Hoy considero que para nosotros lo más importante no era la partida de ajedrez y si, no tengo dudas..., el premio.
Al regresar a casa, o al salir a caminar por el barrio, habiéndolo ganado, era todo un torbellino envuelto en éxito.El que estaba un rato en el diminuto probador, tenía garantizados muchos días de alegría.
El día en que le gané a Jorge--buen jugador---y entré en el probador, miré el mediano cuadro con la foto de Marilyn Monroe sentada y desnuda,con esos enorme pechos, muslos enormes y el rostro tan diáfano como bello. Unos labios pintados de rojo incitando a la locura de días y noches de amor...era para nosotros tocar el cielo.
Todo el que ganaba la partida, veía la foto en el diminuto y precario probador, salía de la sastrería en un estado irreal.¿Acaso soñábamos?¿.Acaso creíamos que esa mujer era real? No se, amigo lector.
Lo único que me animo a decirte,o a contarte, era que los inicios de ser hombre no eran nada fáciles.
Muchos de nosotros, esperaba ganar una nueva partida y quedarse largo rato mirando la foto.Jorge y Oscarcito, era los privilegiados.Ellos eran los que más seguido podían disfrutar a Marilyn.
El resto, acompañábamos a Tino cebándole algunos mates.Al placer lo teníamos cerca, pero crecimos así.No teniéndolo siempre .Adiós, que tengan un buen día.

1 comentario:

ALICIA CORA dijo...

A veces nuestra memoria nos transporta a un tiempo que creemos fue mejor, yo pienso que es cierto pero también me queda el consuelo de que con el devenir de los días, comprobamos que el hoy nos puede dejar ver a Marilyn muchas veces y que está más cerca nuestro. Este es un cuento lleno de ternura, esa ternura que nos llena el alma y nos hace muy felices. Gracias Abel por el recuerdo, un beso de tu vate Alicia.