viernes, 25 de julio de 2014

Lilia Elena Durand-Argentina-Literarte soporte papel/Julio de 2014


Telarañas

                        Eligió las hojas más verdes del gomero y empezó a tejer.

Atardecer de un hermoso día de primavera. Va y viene. Sus largas patas, dedos que hurgan, predicen  el destino de sus víctimas. Ojos cristálicos, giran, observan. Descubre mi presencia, se detiene. Descarta todo indicio de peligro. Prosigue.
La curiosidad me acucia. El tejido va tomando forma, de la firmeza en el centro, pareciera ir debilitándose hacia la periferia. Sin embargo, ella recorre todo el entramado, se balancea, ajusta los bordes, ni un solo hilo se ha soltado.

La trampa está lista.

Descansa y mira embelesada su obra. Por muy araña que sea, no escapa a su ego.
Entonces, recuerdo aquella historia: Según cuenta Ovidio, la joven Arachne, famosa por sus hilados, y deseosa de fama, reta a Minerva, diosa de las artes y la sabiduría. Furiosa, ésta destruye toda la obra de la pretenciosa y envalentonada joven, quien avergonzada, se suicida. Al conocer el desenlace, Minerva se arrepiente y le devuelve la vida, pero convirtiéndola en araña, y la destina a permanecer colgada e hilando por toda la eternidad. 
Parece dormida al borde de esa carpeta de encaje. Sin embargo, los últimos rayos del sol apuntan a la quietud de su cuerpo, y ahí descubro el astuto  brillo de sus ojos en alerta.

La pequeña hormiga trepa por el tronco del gomero. Los hilos de la telaraña trasmiten su presencia. La hormiga presiente, se detiene, el dulce y pegajoso olor, la tienta. Se acerca. Una pata roza el borde. Intenta escapar. Demasiado tarde. Cuatro pares de patas la aprisionan y arrastran carpeta adentro. La araña hila, hila, hila. Al poco rato, la hormiga, encapsulada, yace en un rincón.

            Tiempo después, regreso a mi observatorio. Restos de la telaraña están pegados en las ramas del gomero. Seguramente la araña tuvo cría. Algunas de ellas estarán  buscando su destino, montadas en las hilachas que desprendieron al independizarse, y que solemos ver (y temer) cruzando el espacio.  Las temibles “babas del diablo” de nuestra infancia

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lilia!!!! Harmosísimo tu Telarañas

Me encanta como cuentas !!!!!

besosssJosefina