miércoles, 20 de febrero de 2013

Beatriz Minichillo-Buenos Aires, Argentina/Febrero de 2013

Flores de invierno

No son virtuosas
las flores de invierno.
Se esconden en los jardines
como malas  mujeres,
acechando.
Se asocian
como una secta
detrás de alguna vidriera.
No perfuman como las otras
sus hermanas de octubre.
Odian a la rosa
que regurgita
su perfume importado
sin estaciones que atender.
Son humildes y breves,
amarillas y violetas
sin nada que destacar
pero están allí,
desafiantes
ante lo exiguo del sol
y su temple
de frío, lluvia
y luz escasa
brilla
como un diamante
en la tierra.
No invaden,
permanecen como guerreros
siempre dispuestos.
Saben que son
sólo para algunos.
Para los que conocen
el nombre de los pájaros,
el misterio de lo desconocido.
Los que viven
cada día
como algo inaudito,
los que pueden llorar,
los que con solo mirarlas
las acarician.
Esos que pasan
entre su amarillo
y su violeta
y las saludan
con su gesto mudo.
Por eso
las flores de invierno
escasas y selectas
son para los elegidos.


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