domingo, 24 de junio de 2012

Fidel Alcántara Lévano (artículo)-Moquegua, Perú/Junio de 2012


DE LA EXCELENCIA A LA GLORIA


En la acción de valuar al talento artístico, en relación con el mundo en que se vive; por ser el producto de la creatividad, para que se haga una justa apreciación del horizonte de su ofrenda; es preciso no tener en cuenta ni los grados y honores obtenidos en su formación académica, ni mucho menos la edad. Es que el tiempo vivido no significa calidad o trascendencia. Se pude haber llegado a los años de oro pero con mínima o sin ninguna huella imperecedera para las futuras generaciones. Como también se puede ser joven pero con creatividad que rompe esquemas.  En este caso tan especial se debe  hacer hincapié incidiendo  solamente en cuál es su aporte, influencia, innovación  en el arte, cultura y ciencia si fuera el caso. Lo demás es secundario porque se  cataloga solamente las aptitudes que lo hacen diferente a otros cultores de su especialidad.
Para dar una mejor visión panorámica a mi reflexión, deje entrever  que EXCELENCIA es sinónimo  de grado eminente de perfección en  lo que se refiere a una acción sobresaliente en su clase. Lo que se merece gratitud y agradecimiento por siempre y sin lugar a dudas su galardón y recompensa por la acción realizada. Por otro lado, la palabra GLORIA se le define como bienaventuranza, fama merecida por sus virtudes por la que conlleva a la persona a ser una celebridad. Sobre esta base natural  podemos afirmar con toda la razón del  mundo, que aquella persona que marca diferencia; así sea un niño,  se merece los más altos distintivos por diseñar su propia hoja de ruta en base a su afán de transformación, o al ser una fuente de cualidades naturales que lo catalogan como un innato valor.  Ahora, si el criterio de calificación nace de alguna cofradía de turno, núcleo cerrado  de apoyo partidario pleno de oportunismo, personas dependientes de alguna razón superior que le da la vida,  donde el amiguismo esta por encima de los ecos intelectuales; cualquier cosa se puede esperar. En este caso el concepto, ni el objetivo esta claro y poco importa la generación de nuevos valores, sino solamente quedar bien por el momento y hacer creer que hay una gran preocupación por lo que ocurre en el pueblo. Esta nula forma de existencia y de justificación de falsos  ideales es la causa principal por qué a través de la historia, los cultores de los efluvios espirituales están relegados al olvido, a la ingratitud e indiferencia y tan solo sujetos a homenajes después de muertos. Más los que menos se merecen la palestra, gozan de una altura que le queda grande ante los verdaderos adalides, que le arrancan una sonrisa o le dan sano esparcimiento a los grupos humanos.  La vida esta plegada de injusticias y justamente por ellas, muchas veces truncan el nacimiento de un artista que  puede dar mucho que hablar pero por la escasa valoración que existe, prefiere dedicarse a otras actividades y se pierde lo que puede ser con el tiempo un baluarte sin igual en el firmamento del arte integral. Es preciso que cada cual se desempeñe en lo que realmente rinde con calidad o de acuerdo a su saber innato para que genere una esperanza de realización en su entorno. No digo que cada cual  trabaje según su carrera porque como todos sabemos hay casos de profesionales sin vocación,   con títulos y grados que solamente ellos saben como lo consiguieron, lo que no garantiza  una labor eficiente, por tener amor más al oro que a las causas nobles de la sociedad. Por eso considero que la consecución de ideales tan solo será posible  si hay visión universal y sin vano materialismo, se hace acopio de humanidad y optimismo y se trata de ser propulsor de la justicia, la paz, el amor  y libertad absoluta y de perennizar  huellas para la posteridad.


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