jueves, 19 de abril de 2012

Sandra Guerra-Abril de 2012


Amo tus regiones anatómicas


Crucé mis piernas de parábola, las que coquetas demolían
el retrovisor de aquél taxi azul, donde mi amor se volvió
orate en tu mirada; rojo en tu seráfico parpadear.
Mis piernas no te miraban, cierto, pero tú las olfateabas; tú las
culebreabas sin tocarlas, mientras ellas epilépticas se portaban.


Giré mi cuello y lo aglutiné en el punto más caliente entre tu
clavícula y omóplato; allí encontré la profundidad más
placentera no hallada desde la placenta de mi madre.
Allí dejé mis sueños rodar, allí acomodé mi cabeza
de esperanzas y lacios cabellos de impropio carácter,
mis besos lerdos, mis cielos en vuelo.
Allí, en el séptum de tu caverna de piel.


Y mi torso no giró; así fingí ser tu actriz de novela comercial,
donde mi cuerpo se quebró de siluetas, para proveerse
con el embeleso voyerista del otro; de ti, de tu rabiosa pasión,
de tus mimos en mi frente, de tus respiros en mis fosas, de tu
sinceridad en mi ofuscación… Mientras mi cuello de princesa
giró, giró incansable hasta engancharse de tu pensamiento
y tus manos de dulce caricia. Te amé, te amo.


Historia real, beso eterno, cinco minutos de taxi azul;
treinta hoyuelos descubiertos, todas las muescas posibles
en la corva de mis rodillas; en el pliegue de tus codos, en el
recodo de mis rasgos dominantes, en la genética de tu sonrisa,
en nuestra piel subyacente, en tus fríos sudores, en
nuestros orgasmos azules. Te amé...


Te amo, lo que es peor, y el mejor castigo a la vez;
el de ser parte de tus ganas, el que seas parte de mi vida.


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