jueves, 19 de abril de 2012

Lucas Amuchástegui-Abril de 2012





TOMAVISTAS
Rolando Revagliatti
Ediciones Recitador Argentino, 2005


Este libro se llamó “Poemas de Celuloide” en su primera edición. Este libro no existe como tal. No se consigue en librerías. Algunos tienen la copia del original, otros tienen el original. Así pasa. En su segunda edición, ya salió a la calle con el nombre “Tomavistas”, un título más acorde a la idea del poemario, que el anterior. Hoy ha corrido la suerte de esas buenas películas que los coleccionistas quieren encontrar y no saben dónde.
Yo tampoco sé dónde.
Es un proyecto muy original. Una idea bien. Elegir algunas películas (no todas brillantes, no todas memorables, no todas buenas) e intimar con ellas para arrancarse los poemas que te dejan pegados.
En cierta forma, este libro es como una videoteca oculta que se pasea entre los amantes del cine y la poesía. Una especie de castillo flotante que Revagliatti liberó y dejó zarpar, y que ahora gravita por los mares bravos del lector que se aburre rápido, aún sin hundirse. La razón por la que todavía se mantiene a flote, al menos en mi pequeña laguna de lector que se aburre rápido, es muy simple: me gusta observar a la gente que puede ver de las películas, cosas que ningún otro puede mirar. Y además, claro, transformar esa visión en una poesía limpia, clara, y -fundamental- de hondo sentido musical y filosófico.
Más allá de la elección de largometrajes sobre los cuales el poeta funda sus textos, lo que llama la atención es la forma en que se funde en los ángulos íntimos de los personajes, en los planos del guión, en los haces que emiten las escenas, y cómo, de esa bandada de sensaciones que cada película irradia, él elige adecuadamente qué pájaro y qué vuelo de pájaro describirá, para sintetizar la obra completa.
O sea, vemos el pájaro que se le voló a la película.
Preferida: “Shane”, sobre el western de George Stevens que todo cinéfilo ama ver, y en donde el villano interpretado por Jack Palance, es un malo en serio. Posta.
Transcribimos entonces “Shane”, por Rolando Revagliatti, y por favor, apaguen sus celulares:





          

 El punto de vista del hijo del granjero
 apuntando con su revólver bisoño
 a través de/
 al puerco y maldito yanqui mercenario
 y disparando
 desde el punto de vista del perro
 del hijo del granjero

                                   y matando.



Lucas Amuchástegui


*Comentario bibliográfico aparecido originariamente en www.revistalamasmedula.com.ar




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