lunes, 19 de marzo de 2012

Nechi Dorado-Buenos Aires, Argentina/Marzo de 2012


La llave
         

Era imprescindible el ingreso hacia otro mundo, mucho más calmo, donde el dolor no fuera una  constante. Para ello, había que tener una llave normal, ni tan grande, ni tan chica. Simplemente bastaría que fuera llave y supiera cumplir con la tarea que, dada su condición, le fuera conferida.
El grupo humano sabía que no existía otra posibilidad para hacer la entrada a ese mundo que, por diferente, hasta parecía inalcanzable, que sin embargo estaba allí, a sólo  una vueltita de esa llave que no era mágica, sino simplemente llave.

Sólo una cosa se interpuso para que se abriera  esa puerta. Otro grupo humano se había adueñado de la cerradura, no tuvo mejor ocurrencia que  tapar el agujero por donde debería entrar la llave.
Apenas un detalle no menor, la gente de ese pueblo siguió condenada a vivir entre tinieblas.


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