domingo, 20 de febrero de 2011

Alejandro Darío Insaurralde(Artículo)-Buenos Aires, Argentina/Febrero de 2011

La tecnología en la música académica

Por su ya conocida postura “conservadoril” la música académica fue lo suficientemente enemiga al uso de la tecnología como para que ésta ahora se tome una justa revancha. “Todo cambia” afirmó Heráclito, “lo único que permanece estático, es el cambio…” y nótese como ya desde su presocrática concepción de las cosas, aseguraba que resistir o negar las transformaciones es una absurdidad extrema. Harto sabida es la pertinaz rivalidad que existe entre los dinosaurios de la ortodoxia y los que pretenden un sano agiornamiento de la música académica o polémicamente llamada “culta” (como si cualquier otra música no fuese cultural). Ambas posiciones antes irreconciliables achicaron distancias gracias a la apertura de conciencia de algún visionario de turno, o debido a las generaciones nuevas que con un sonido sampleado, virtual o sintetizado - pero no por ello menos genuino - buscan desempolvar las amarillentas partituras de obras clásicas, al punto que sorprenderían al mismo compositor barroco, dieciochesco o romántico si volviera a la vida.    
El afán de mantener o “conservar” la naturalidad de los instrumentos sinfónicos no es reprobable, por el contrario, con ello mantenemos viva la referencia original del instrumento, y así, podemos conocer el cimiento desde donde se sustentan sus cualidades, la tímbrica, por ejemplo; pero tampoco debe censurarse la aplicación de nuevas concepciones sonoras sobre piezas que inmortalizaron los grandes compositores. ¿Porque aún hoy no se permite – y hablo específicamente dentro del ámbito de un Conservatorio – ejecutar una sonata con sintetizadores?¿Porqué aún se mira con recelo la labor de colocar instrumentos virtuales a una sinfonía?
Antes de proseguir, permítanme aclarar la diferencia entre un sonido sampleado, uno virtual y uno sintetizado: el “sampler” es un instrumento con sistema electrónico que utiliza sonidos grabados, tales sonidos son cargados a una memoria digital y pueden ser reproducidos musicalmente por un teclado u otros dispositivos; los sonidos “virtuales” o llamados VST (Virtual Studio Technology) son programas o softwares que permiten reemplazar a los soportes reales, como teclados e instrumentos reales; el sonido “sintetizado” - aquel que producen los teclados electrónicos llamados sintetizadores-  da la sensación de un sonido “artificial” o “sintético”, que se puede aproximar a un instrumento real pero nunca suena como tal (en ocasiones, no suena ni remotamente). Una vez un amigo me hizo escuchar una grabación donde en un pasaje debía sonar, según él, un arpa sintetizada (para mis oídos, sonaba más a un charango…) De todas formas, las calidades de estos aparatos varían, y son también dignos receptores de acobijar entre sus teclas cualquier obra académica sin importar la calidad de sus sonidos.
Toda nueva dimensión sonora debe ser respetada. Cuando Emerson, Lake and Palmer y Kítaro grabaron con sintetizadores sus propias y hermosas versiones del Promenade de “Cuadros de una Exposición” de Moussorgski, - compositor ruso del Nacionalismo musical y miembro del llamado “Grupo de los 5” -debieron soportar las críticas de los sectores más ortodoxos. En la actualidad, dichas versiones se escuchan en los Conservatorios – ¡afortunadamente! – en materias pedagógicas y de apreciación musical.     
Tratándose de una orquesta sinfónica, el sonido acústico y real seguirá teniendo su primacía, pues como dijimos, es el patrón o referente directo de una determinada fuente sonora instrumental. Pero la practicidad que brindan los sonidos virtuales sorprende por sus resultados, al ser económicos se vuelven muy tentadores a la hora de financiar los costos, y con el desarrollo de nuevos softwares, ya es casi imperceptible la diferencia, por ejemplo, entre un violín real y uno “virtual”. Como prueba de ello, encontramos a las bandas sonoras de Hollywood donde orquestadores como James Horner, Basil Poledouris, Hans Zimer, Vangelis y otros, alternan la aplicación de instrumentos virtuales y sintetizados con orquestas verdaderas. Estos músicos han comprobado el excelente rendimiento que tiene la nueva tecnología, que en ocasiones  reemplaza con éxito a los instrumentos reales.
Cuando hablamos de lo mucho que se ha avanzado en achicar los baches de animosidad entre conservadores y vanguardistas, no es una mera expresión de deseo, hay dos ejemplos concretos de este avance: la incorporación de materias como “Informática aplicada a la educación musical” en el Programa de Nivel Terciario, ya es una muestra de flexibilidad; y en las nuevas carreras de composición, existen hoy materias en donde se permite experimentar con sonidos virtuales.
Y no sólo debe ser viable la aplicación de tecnología en las obras clásicas afamadas, sino también en la creación de nueva música sinfónica o “culta” (otra vez esa palabra…). Son interesantes también las orquestaciones mixtas, donde se alcanzan climas sonoros con aire más “fílmico”, que se alejan de la orquestación convencional. Aquí se combinan: a) instrumentos sinfónicos reales con virtuales; b) sinfónicos reales con sintetizados; c) sinfónicos virtuales con sintetizados; d) sinfónicos reales con “loops” o patrones rítmicos de repetición; e) “loops” con sinfónicos virtuales; f) “loops” con sintetizados.
Como se verá, las combinaciones pueden ser múltiples, y todas son viables y musicalmente ricas. Firmas como Steinberg – pionera en el campo de los sonidos virtuales - y otras como Spectrasonics se encuentran a la cabeza en la producción de softwares de música.
Bueno sería que en un futuro no muy lejano, la música académica asimilara como natural el irrevocable hecho de extender los horizontes sonoros, sin por ello desvirtuar la concepción primigenia de una obra clásica. Dicha apertura no se reduce únicamente al viraje hacia nuevas formas o géneros – como la mirada más respetuosa que se tiene hoy hacia géneros populares y folclóricos – sino también hacia propuestas sonoras que le brinden novedad y deleite a los oídos más que prejuicios a la mente.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Lei detenidamente su nota y me surge una pregunta: por qué el hombre no puede respetar el original de las cosas?, por qué quiere entrar en permanente cambio, sin ver que hay cosas que admiten cambios y otras no? Cómo cambiar un Rembrand, un Miguel Ángel, un Mozart, un Chopin o un Bach. Pasamos de desear cambios, que se hacen creando nuevas cosas , a ser irrepetuosos con las ideas y formas de otros. Eso no es cambio. Un saludo. Miguel

Anónimo dijo...

Colega, he quedado con sabor amargo por la propuesta suya pero, además, quien contestó se ha quedado corto, a mi parecer, ya que pretender esos cambios asume usar la genialidad de quienes lo iniciaron, quienes supieron qué hacer son sus ideas, imágenes y talento. Son aquellos que no saben cómo superar a esos genios, ni siquiera igualarlos, pretendiendo cambios de esas genialidades para usufructuatuar, de alguna manera, de lo que ellos no saben crear.
Lo creado en todas las artes, pintura, música, literatura, en esas épocas, nunca dejarán de ser fuente de consulta obligada e insuperables. Hay que tratar de emularlos, con cosas nuevas, no de colgarse de sus magistrales ideas. Creen nuevas cosas y serán aplaudidos, no desvirtuen lo que no les pertenece. Generalmente cuando se dice que no se quiere ser uno más de la manifestación clásica, es porque no se sabe cómo hacerlo. Me sumo, con placer, al anónimo anterior,

Alejandro dijo...

Veo que esta gente no ha comprendido el verdadero propósito del artículo.
Un cambio, puede reflejarse de múltiples maneras, los cambios no implican necesariamente “destruir algo para dar lugar a otra cosa”. Nada de eso. Jamás iría en contra de lo conservador, soy también defensor de ello y lo dije con claridad en el escrito.
Un cambio, puede ser simplemente algo que “sume”, y no solo que “reemplace”. No hablo de reemplazar nada, sino de sumar. Allí radica mi propuesta de “cambio”. Una propuesta sonora que sume sin desvirtuar los modelos clásicos, ya es un signo de cambio, porque con ello se abren “nuevas puertas”, en ese caso, sonoras. ¿Acaso para abrir una puerta, es imprescindible derribar paredes o cambiar los pisos? ¿No es acaso un “cambio” de dimensión sonora interpretar obras clásicas con sonidos nuevos?
Así que, estimados “anónimos”, no interpreten a su antojo las cosas. No necesito que nadie me diga como respetar a los clásicos, ya que de ellos he aprendido mucho (y seguiré aprendiendo) además de disfrutarlos. Es lógico y hermoso escuchar una Suite barroca con una orquesta barroca, bien de época, pero… ¿acaso podemos saber que diría Bach acerca de poner instrumentos eléctricos en sus obras? Imposible saberlo. Así que…no quieran ser más papistas que el papa.
Que lo conservador y la vanguardia convivan en perfecta armonía. Abran sus mentes muchachos, que de vez en cuando, es saludable.