lunes, 20 de diciembre de 2010

Alba Bascou-Buenos Aires, Argentina/Diciembre de 2010

CANSANCIO DE  UNA LARGA PRIMAVERA

                                                          A los tapones del sistema educativo.        
                                                                                                                                                            

          Qué barbaridad, me quedé dormida, pensó Emérita, mientras sacudía su blonda cabellera rubio oro contra el respaldo de la silla. Cuando levantó la mirada pudo ver a los muchachos arremolinados, tomando mate, algunos riéndose, sentados en el suelo o arriba de los bancos. Ay, qué me pasó...Disimulando la situación  con tono  fastidioso los conminó con un ¿terminaron la fotonovela ?…Ellas y ellos la encararon y se escuchó un te despertaste vieja. Señores y señoritas hace una hora que están haciendo el trabajo y todavía les permití, entiéndalo bien, les permití, que se integraran en grupos, agregó mirando de reojo la hora del reloj pulsera comprado en la Feria de San Telmo. Dále, dále, si te dormiste vieja chota. Qué han escuchado los pabellones de mis oídos. Quééé...Claro, nadie da la cara. Vaya a saber qué harán cuando no vienen a clase. Trabajamos respondieron unos tantos. Sí, pero ¿los sábados y domingos, van al Colón como yo, o al cine a ver películas como la gente...o se quedan bolicheando o haciendo Dios me libre qué cosas?...No le contestes a la señora.     ¿Señora? Soy señoorita. Lo que sucede que nadie se le anima porque después no la aprobás más a esta puta materia. Además en cuanto se mueve emite un fluido que te agrava el dolor de cabeza.
        Sepan ustedes que soy reesponsaable y quee para darles libertad me quedé meditando y haciendo un ejercicio holístico para desarrollar con mayor profundidad la clase. Mi clase.
        La de todos, qué te pasa. Si no hubiera ladrado el perro de la casa de al lado...seguiríamos tomando mate. Basta de chanzas, señores y señoritas. Las miradas de muchos se encontraron con algunos gestos de los otros que su visión gastada no lograba registrar. Pero escuchó el bochinche.
        Silencio total en el aula. Profesora, ¿trajo los parciales?, acertaron a preguntar los de siempre... Ustedes se piensan que son los únicos alumnos. La mayoría somos mujeres sonó por el fondo del aula. NOO fue la simple respuesta... Pero estamos en setiembre y los tomó antes de las vacaciones de invierno. Estamos preocupados. Y... La semana que viene, ya estarán evaluados. ¿Y si alguno tiene que recuperar?...Veremos. Por otra parte, se los anuncié en el primer cuatrimestre, conmigo y con el Dr. Adenda rinden en marzo, nada de noviembre o diciembre. No, profe, no pueede ser. Si uno estudió... Dije no y es no. Lo dispusimos el Dr. y yo, así que no anden quejándose a la Regente o al Director, o a ese engendro del Centro de Estudiantes. Ya no se llama así, manifestaron desde el final, es el CAI y nosotros también lo integramos.    
        Democrática, la fulana. Qué la parió.
        Un trabajen se escuchó en la sala que llegó hasta la secretaría y el jardín, donde los malvones rosáceos sufrieron  a raíz del grito, una sacudida. Por el pasillo, pasaron dos personas mirando al interior, agitando las cabezas como diciendo hasta cuando. Emérita volvió a leer su reloj y consideró que el tiempo ya estaba cumplido. Es la hora, exclamó. BIEENNN. Y empezaron a levantarse de los bancos. Era necesario respirar, ya que el aire que entraba a través de las ventanas no purificaba lo suficiente ese ambiente caldeado de olores y aburrimiento.
        Hasta el lunes que viene, chicos. Si terminan la fotonovela les traigo masitas. ¡Qué bueno, mirá cómo nos quiere comprar para que no nos quejemos! Con masitas...




        Se movió entre sus ropas apelusadas, abriendo sus ojos claros avalados por unos párpados añiles y añosos y se abrió paso dejando como los barcos una estela en el aire de un aroma acre, corrosivo, enconchado, lacerante.
        Con marcha de reina, como si estuviera entrando los sábados en el Teatro Colón llevando en la mano su abono anual, atravesó el pasaje a la secretaría, esquivando gente y desplegando ese tufo picante.  Entonces recordé las clases de Historia, en que nos contaban como a los reyes se los bañaban cuando nacían y cuando se casaban. Ella no había cumplido ni siquiera con el segundo rito.
        Creyéndose una diosa marmórea, franqueó la segunda puerta hasta la sala siguiente, haciendo salvedades y dando indicaciones como  Presidente –vitalicia-de la Cooperadora.
        Decíme, vos no tenés autocrítica, la encaró un directivo. Por favor, contestó Emérita, a  qué hemos llegado. ¿Un profesor tiene que hacerse eso que vos decís?...Hacétela vos, que naciste con el Piaget debajo del brazo y le sumaste a Freud, Lacan, Moreno, Yung y toda la parafernalia que le sigue...El otro la comió con la mirada y se metió en el curso. ¡Ja! Habráse visto, a mí, hacerme observaciones, a mí. Claro, esta  palabra nunca se le cruzará por la sesera, ni por el hemisferio derecho ni por el izquierdo. Conoce las etimologías, pero resulta imposible que la vieja se meta en la metalinguística, pensaba el otro mientras la bronca se le esparcía por el cuerpo considerando a la cantidad de tapones del sistema. Sus conocimientos, en realidad, informaciones, no se lo permitían porque Emérita  decía ser la gran catedrática y por lo tanto no admitía sus errores ni el paso del tiempo. Ni en el recoveco pequeño de su creatividad primaria, podía imaginarlo. Sólo albergaba fantasías cuando el Dr. Adenda, verborrágico, amante de la Edad Media con las torturas incluidas, delator de compañeros en épocas de la dictadura, desutilizador del tuteo por considerarlo libertino salvo en casos que su interés lo exigiera, la alcanzaba hasta su casa, sin detener el motor de su auto. Allí, Emérita se bamboleaba hasta apoyar sus pies en el cordón de la vereda, y caminaba hasta abrir la puerta de su solitaria casa donde una veintena de gatos la recibían a maullido limpio, deslizándose sobre los pisos  pegoteados de orines rancios y aserrín.
               

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