martes, 20 de julio de 2010

María Angélica Guarneri-Buenos Aires, Argentina/Julio de 2010


¿Viene usted por la pieza?

A veces la vida impone sus reglas, jugando con el destino del hombre, es dura, trae con ella, alegrías, ilusiones, dolores y frustraciones, pero siempre deja ver un nuevo horizonte que promete felicidad y que Miguel, había decidido encontrarla a costa de haber dejado de lado su hogar sin saber que la vida, le depararía una lección.    La historia de Miguel comenzó  así:…
…Vencido por los infortunios, sin trabajo, ni dinero para subsistir, dejo la pensión donde alquilaba un cuarto, desde hacía cuatro años,
    Con solo diez pesos en su bolsillo, comenzó su peregrinación,  por las calles, tratando de encontrar  un lugar en donde pasar la noche, sus piernas, no lo sostenían, su cuerpo pedía descanso… Pero donde…las pensiones que entrevistó, pedían por  una noche más que el dinero que tenia, miró alrededor suyo y descubrió un pasaje  y se aventuró a entrar en él, allí las  paredes de los fondos de las casas  linderas sin ventanas se veían oscuras, sobre la tierra, grandes escombros de ladrillos obstruían el paso. Miguel, dirigió su mirada por el negro espacio y  observó que en una de sus paredes había una puerta larga y angosta  con un escalón de mármol blanco. Considerando que era el único lugar, se sentó estirando sus piernas para aliviar su cansancio.
     Acurrucado, con su cuerpo semi-encogido, sosteniendo su cabeza con sus manos, tratando de conciliar el sueño, sin lograrlo…ya que los recuerdos del pasado y su triste destino, no lo dejaba en paz.  Es noche cerrada, el crudo invierno se hace sentir en su cuerpo, dolorido hasta que logró vencer el cansancio con grandes sobresaltos. Se dió cuenta, que había desaparecido el insistente dolor del pecho. Recorrió con su mirada el lugar y descubrió que al costado de la puerta, había un cartel que decía – Pensión- y un timbre adosado debajo de él, se levantó, y extendió su brazo para apretarlo, no llegó a hacerlo porque el clásico ruido del deslizamiento de un cerrojo, lo puso en alerta, la puerta se abrió lentamente dejando ver a un anciano que con una sonrisa  le preguntó… ¿Viene usted por una pieza?... Si---contestó Miguel---sin salir de su asombro…Pase, dijo el anciano,  mientras trataba de equilibrar su cuerpo para mantenerlo derecho. Miguel, obedeció la orden. El anciano, cerró la puerta mientras decía…Sígame por favor…  Mientras lo hacía, comenzó  a observar las  paredes del angosto zaguán, su cielo raso se hallaba en mal estado ya que había perdido parte de su yeso, dejando al descubierto sus varillas de hierro. …
    …¡Cuidado con el escalón…dijo el anciano… este es el patio, la pieza es la última. Aunque la penumbra borraba su silueta Miguel, pudo observar la arquitectura de la casa, su diseño era antiquísimo, se podría decir sin equivocarse centenario. Las piezas estaban ubicadas en hilera a un costado del patio, protegidas por un alero de chapa que descansaba su peso sobre cuatro columnas de hierro que el tiempo, la iban oxidando de a poco.   …Ya llegamos, dijo el anciano… mientras trataba de introducir la llave en la cerradura con su mano huesuda y temblorosa, hasta que logró introducirla.  Luego sin perder su singular sonrisa entregó la llave a Miguel, diciéndole con voz pausada…Entre amigo, no tenga miedo, no se preocupe por el pago, ya hablaremos mañana-….Sorprendido por las palabras del anciano, Miguel se encogió de hombros y entró al cuarto cerrando la puerta. Una vez adentro le bastó la luz que se filtraba por una angosta claraboya, para ver los pocos muebles existentes, un sillón, un ropero antiguo, una cama de una plaza y una mesita de luz donde se apoyaba un velador cuya  pantalla lucían tulipanes de color celeste. Miguel, dejó su bolso a un costado de la cama y se derrumbó en ella tratando de relajar su dolorido cuerpo. El cuarto, poco a poco iba perdiendo sus formas, el ambiente parecía coagularse, ante la falta de aire fresco. De pronto, sus ojos,  se detienen sobre una puerta cerrada con varios cerrojos: ubicada frente a la cama resaltando en la oscuridad  debido a su lustroso barniz negro, dando la sensación, de que en cualquier momento caería sobre él.  Quizás pensó, alguna vez por allí entró y salió la gente que vivió en esta casa.                                                                            
   El silencio, que reinaba en la casa, envolvió la mente de Miguel, que pausadamente lo iba venciendo el sueño, que no pudo gozar porque un fuerte golpe, hizo que su cuerpo, reaccionara automáticamente quedando sentado en la cama con sus ojos desmesuradamente abiertos, viendo como la extraña puerta, se habría lentamente, dejando ver una luz que lo cegaba. La puerta, desapareció quedando en su lugar  una escalera resplandeciendo en la densa oscuridad del cuarto.
    Miguel, se acercó y se quedó parado delante de ella sin saber qué hacer. Una mano en el hombro lo sobresaltó, era el anciano…que con autoritaria voz le dijo... ¿No querías el éxito?...bueno, sube, ella te lo enseñará, yo, lo hago todas noches, se podría decir toda un eternidad, tu vivirás mi misma historia…
    Sin darle importancia a las palabras del anciano, Miguel, con sumo cuidado puso su pie derecho en el primer escalón tomándose fuertemente de la baranda y comenzó a subir los escalones, de pronto sintió un fuerte crujido, el escalón se estaba rajando, rápidamente lo sorteo pasando al siguiente , pero este no sería el único obstáculo que la escalera le deparaba.     
      Como si un mecanismo invisible la manejara, comenzó a jugar con él, haciendo que sus escalones se rompieran o se estiraran como goma,  además de faltar algunos de ellos haciéndole perder el equilibrio retardando, así, su subida.
    El silencio, que lo rodeaba, solamente era quebrado por los escalones que crujían por el cuerpo pesado de Miguel, esto, acentuó su pánico, quiso retroceder pero los escalones habían desaparecido obligándolo a seguir el juego de ella.
    Solo faltaban cinco escalones, alerto por lo que podía pasar, decidió sortearlo de un salto, la escalera respeto su valor  dejándolo llegar al descanso donde Miguel se encontró que el único camino que tenía para bajar, era un tobogán y que volver  no podía, la escalera, no existía así que tomó impulso y comenzó a deslizarse sin saber a qué lugar llegaría-
    Miguel, sintió un fuerte golpe en su cuerpo…despertó…miro alrededor suyo, seguía en el callejón, solo sentía frío, impresionado por su sueño, volvió a acomodarse para seguir su descanso interrumpido 
….Pero….Miguel vio de nuevo el cartel, sintió el cerrojo de la puerta y la voz del anciano que con su eterna sonrisa le decía… ¿viene usted por la pieza?--- Pase por favor ---

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lindísimo relato María Angélica,

Besosss Josefina