lunes, 15 de marzo de 2010

Roxana Ini-Buenos Aires, Argentina/Marzo de 2010


La muestra

En memoria de N.R.
presente en sus personajes
como el paso fresco de una brisa


            Manuel comenzaba la limpieza a medianoche, cuando los chicos se iban, pero llegaba un rato antes. Le gustaba dialogar con los jóvenes artistas, intentar descubrir el misterioso don que les permitía plasmar en el color los vericuetos mágicos del alma. Aun después de jubilado, se quedó trabajando en la escuela de arte. Se había acostumbrado a dormir poco y de día, es más, lo hacía con la persiana levantada, no quería confundir a su cuerpo de gallego fatigado con noches ficticias o espejismos.
            Puchos, latas, papeles, lo de siempre. Esperó a que se fueran los últimos alumnos, carpeta en mano, dedos manchados. Volcó el húmedo aserrín por delante del escobillón y empezó a recorrer los mosaicos desgastados. Vació tachos, plumereó escritorios y bibliotecas, acomodó bancos y sillas, echó unos baldes de agua con lavandina en los baños y en su camino de vuelta apagó las luces. Por fin se sentó en el sillón desvencijado de la planta baja y sacó una botellita. Cada vez terminaba más temprano. Existía un acuerdo tácito entre él y sus patrones: él cobraba poco y no faltaba, ellos no eran muy exigentes; después de todo los chicos no cuidaban nada.
            Se quedó dormido.
            Pocos minutos más tarde sintió en su mejilla una brisa; intranquilo, abrió los ojos. La ola de robos que azotaba el barrio bien podía llegar hasta allí: ya no les importaba si había o no algo de valor. Se cercioró de que la puerta estuviera bien cerrada y volvió a su sillón. Seguramente había sido el balanceo de esos enormes afiches pegados a las paredes. Bebió otro sorbo.
            -Coquito, me parece que se fueron todos.
            -Dale Gaby, salgamos.
            -Espérenme, dijo Lu
            Manuel creyó escuchar el susurro de unas vocecitas infantiles. Entreabrió un ojo. Libertad se descolgó como una alpinista, se pintó los labios y acomodó su corona. El guitarrista apoyó su guitarra contra la pared, y sacando una pierna detrás de la otra a través del marco, se miró en el reflejo del vidrio vacío, ese alisó el pelo y comenzó a afinar su instrumento. El hombre azul cayó de cabeza haciendo una vuelta carnero. El hombre alado recorrió el pasillo abrazando a su sirena, un poco volando, otro poco nadando. Unos grillos de ojos grandes  modulaban con sordina. Animalitos fantásticos, elefantoides, topos, pulpos, sapos, caballos, serpientes, dragones y seres imaginarios con cuerpos de manos comenzaron a bailotear, el guitarrista entonando una de Calamaro. Parecía un desfile de duendecitos bizarros, que casi flotaban sobre el piso en un carnaval mitológico e insustancial.
            Y otra vez la brisa.
            Los personajes detienen su marcha, se miran entre sí y corren dichosos hacia ese hálito denso, casi tangible, que despliega su diafanidad y acoge en un abrazo generoso a los cientos de seres de su creación, frutos de su esencia, con algo de  monstruos y mucho de tiernos, hijos auténticos y trascendentes, que renacen cuando los admiran y también cuando descansan, porque tienen vida propia, henchidos de la energía milagrosa que nutre a las líneas y el color.
            Manuel tose. Los personajes descubiertos en su insolencia se escabullen nuevamente tras los vidrios. Permanece su rastro, volutas de ánimas entre las motas de polvo. La galería parece vacía, no lo está, nunca lo estará. No tiene aroma, ni color, Nico es una presencia, inasequible y real, que eligió a quien amar, devino entre ellos, de ellos recibió todo, y ahora pletórico y agradecido, inmanente en sus corazones, comparte sus latidos, y sólo sale a visitar sus criaturas de fantasía.
            Refriega sus ojos, se levanta y busca en algún cigarrillo mal apagado ese aura mágica que no comprende. Siente una opresión. Toma su botella, la mira desconfiado y la estrella contra el tacho de basura.
            Una brisa le besa la mejilla.

2 comentarios:

Laura Beatriz Chiesa dijo...

Roxana; es posible que, mientras uno duerme, el espíritu de que quien realizó una obra cobre vida en los personajes plasmados. Tal vez suceda lo mismo con este relato, cargado de misterio. Un abrazo,

Anónimo dijo...

Delicioso cuento Roxana, te esperamos en la Bohemia para escuchar uno de tus hermosos cuentos!!

Besitos Josefina